Permíteme ahora que seguro he llamado tu atención, decir que mucho menos impacto tiene el éxito en nuestro recuerdo cuando lo comparamos con el fracaso, en nuestras mentes si escuchamos “he creado una empresa de éxito” será totalmente distinta la atención y reacción a si decimos “he tenido un fracaso”. ¿Cómo es posible que en la sociedad, una simple palabra provoque un rechazo tan increíble? ¿Es por ello, que quizá se haya menospreciado el fracaso hasta convertirse en una palabra tabú?
No es lo mismo ocuparse que preocuparse… La preocupación suele estar asociada a cuestiones que no dependen directamente de uno mismo y por lo tanto genera incertidumbre que puede llegar a la parálisis. La “ocupación” se encuentra de lleno en el círculo de influencia de las personas. Es una de las grandes capacidades que tienen las personas altamente efectivas, como nos cuenta Stephen Covey en su popular libro Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva.
Naturalmente, no es lo mismo moverse por moverse, que moverse hacia algún sitio. Aquí entra la importancia de las metas que nos marcamos, que han de ser retadoras para generar una movilización potente y sostenible, pero también han de ser alcanzables, para que su posible no consecución no generen un exceso de frustración… Si hay una pregunta difícil de responder, y sin embargo crítica, es cuáles quiero que sean mis metas… ¿Qué es lo importante de verdad PARA MÍ?
Aunque por otro lado, como nos enseña cada día nuestro gran Rafael Nadal, asumir que el que juega, puede ganar y puede perder, también forma parte del éxito. La victoria y la derrota forman parte de la misma moneda. No se debe jugar si no se está dispuesto a perder. Y si se juega, y se pierde, lo más importante es tener la consciencia íntima de que hiciste lo que pudiste. Eso permite levantarse más rápido y aprender de los posibles errores de cara al futuro. Todo lo demás: echar las culpas al empedrado, al cielo y a todo lo demás, es una pérdida de energía y nos saca de nuestro círculo de influencia.
El camino hacia nuestros sueños no es siempre un camino de rosas: a veces llegan las “cuestas arriba”, que se hacen muy duras… Toca apretar los dientes… Sufrir… Pero ha de ser un sufrimiento con sentido y consentido… Entonces, se puede sobrellevar… Pero si uno no cree que el sufrimiento merezca la pena, tal vez haya que cambiar de camino. (Recomendamos El hombre en busca de sentido de Viktor Frankl.
¿Qué es lo importante? ¿Cómo evitar que las urgencias lo sean todo en nuestra vida? Seguramente tengamos que estar pendientes de nuestra brújula interior. Los valores personales son una base excelente para tomar decisiones sobre nuestras metas y sobre los caminos a seguir… Pero hay que dedicar tiempo a parar y pensar en nosotros, en dónde estamos y dónde queremos estar, para que no nos arrolle el tornado del día a día.
Mucho se habla de la crisis, del futuro, de la empleabilidad de nuestros jóvenes, pero pocos son los que ofrecen soluciones, alternativas, fórmulas nuevas que propicien de verdad el cambio. A veces estos cambios suponen rupturas, nuevos comienzos, flexibilidad, adaptación a lo desconocido…
Desde nuestra perspectiva y aprovechando el contacto permanente que tenemos con el mundo empresa y con los jóvenes universitarios, podemos apuntar algunas claves, que en nuestra humilde opinión merecen ser consideradas para cambiar y propiciar un futuro mejor.
1. No faltemos a la verdad. La imagen que se tiene de España, como un país donde el índice de paro juvenil afecta a más de la mitad de los menores de 24 años, no es del todo cierto. Se está omitiendo en esta afirmación un dato importante que es el hecho de que no todos los jóvenes por debajo de esa edad, están buscando activamente trabajo, sino que están estudiando.
2. Replanteemos la sincronización entre lo que se enseña y lo que se demanda en el mercado. Unir conocimientos y requerimientos empresariales es una de las claves para que se cree empleo. De nada me sirve memorizar los ríos de España si el mayor índice de empleabilidad de jóvenes hoy por hoy lo propicia el sector tecnológico.
3. Incentivemos fiscalmente la contratación de estos jóvenes.
4. Impulsemos el futuro de la formación profesional, tan “mal vista” en algunos entornos frente a los círculos universitarios. Sin embargo su alto nivel de salidas es un dato a tener en cuenta. Quizás habría que rediseñar la duración de estos programas de formación para que se fomentase la empleabilidad del joven.
5. Reduzcamos el índice de fracaso escolar y habremos reducido un alto % de nuestra particular fábrica de parados
6. Antepongamos la experiencia frente al currículo brillante. En mi humilde opinión y sin menospreciar lo segundo, la experiencia vital de cada uno, a veces pesa más que un brillante expediente académico. De alguna forma “viviendo”, te estás enfrentando a una realidad que ya sea en el mundo laboral o en el día a día de cada uno, pone a trabajar tus competencias, pone a prueba tu capacidad resolutiva, te obliga a tomar decisiones.
7. No nos conformemos. Es una triste realidad que en algunos casos, los jóvenes presentan un brillante expediente académico, una alta capacidad para hablar otros idiomas necesarios para casi cualquier puesto de trabajo, pero su talón de Aquiles es la capacidad para esforzarse y visualizar las recompensas a largo plazo. La cultura de la inmediatez en la que nos movemos hoy día, también afecta en algunos casos a la prisa de los jóvenes por conseguir el éxito, olvidando el camino del esfuerzo y el trabajo bien hecho a lo largo del camino.
8. Formemos, formemos, formemos… Leía en un artículo muy interesante una afirmación que hacía un directivo de una importante multinacional española, sobre el hecho de que “Si acaba la formación de una persona, acaba su desarrollo profesional”. Las empresas no deben olvidar esta premisa y apostar por la formación continua de sus empleados.