Abrir la mente, comerse el mundo por Mar Coronado
Ray se quita los zapatos nada más entrar por la puerta. «Mmm… ¡qué bien huele! », piensa para sus adentros. «Hoy papá ha hecho tortilla de patata, ¡me encanta! ». Una deportiva para un lado, la otra en dirección opuesta. Suelta todos los trastos apresuradamente, el abrigo empapado de ese lluvioso lunes tirado encima de una silla; su mochilla llena de libros abandonada en medio del pasillo; vacía sus dos bolsillos, el abono, el móvil, la cartera, las llaves, posadas en la estantería. Se apresura a darle un beso a su padre y robar el primer trozo de su ansiada tortilla. «Si es que como en casa en ninguna parte», era lo único que pasaba por su mente en ese instante.