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El match del talento

Entiendo el talento como el conjunto de todas nuestras habilidades puestas a disposición para hacer algo de una forma distinta al resto (pero sin romper nada, ya me entendéis). Es como lo defino en este momento. Puede que en diez minutos, cinco horas, veinte semanas o dos años y medio, la definición que dé sea distinta, como cuando vuelves a revisar un texto y siempre encuentras algo que mejorar, o el dibujo que vuelves a mirar y encuentras mil trazos nuevos para convertirlo en algo distinto.

De hecho, llevo años intentando desarrollar el concepto de talento. He extraído fragmentos de libros, de vídeos, de artículos… Pablo Burgué ha escrito recientemente un libro donde recoge 100 preguntas y 99 respuestas que ofrecen pinceles y colores para seguir construyendo ese dibujo del talento.  Me parece un tema que no debería pasar desapercibido. Por lo menos, no quiero que a mí me pase desapercibido, pues quiero creer que solo entendiendo el concepto de talento entenderé también por qué lo que yo catalogo como talento para otros no lo es, o lo que a mí ni siquiera me resulta llamativo es una mina de oro para otros.

Después de preguntarme muchas veces qué es el talento, he concluido que quizá la clave no esté tanto en la respuesta a la pregunta sino en quién la formula. El concepto de talento depende de quién. Depende de para quién.

Me gusta compararlo con Tinder. Puedo decir que, como consultora de selección, mi día a día se basa en encontrar el match de talento entre la empresa y el futuro empleado: me pongo en la piel de la empresa, sus valores, su día a día… y empiezo a construir el match. “¿Qué es el talento para ti, Marc?” “Técnico en administración, que sea organizado, entre a su hora, y esté buscando un puesto donde jubilarse. Por supuesto que haya tenido un año de experiencia en el sector” – responde. Empieza la selección. Aparece el primer candidato: líder, emprendedor, proactivo, en búsqueda de nuevos retos y con más experiencia de la que necesito. Pienso: “un partidazo. Le pones y transforma la empresa, tiene un montón de potencial.  Cualquiera le contrataría”. Pero esto no se trata de mí y mis sueños de convertir empresas en unicornios. Se trata del talento que otra persona necesita para sus circunstancias actuales. Lo vuelvo a mirar desde los ojos de Marc: deslizo a la izquierda. No va a encajar, se va a aburrir a las dos semanas, quizás a los tres días.

Presentarnos a procesos de selección es un constante aparecer en las pantallas de Tinder de otros. Y siendo los mismos, solo a veces haremos match. Solemos – frecuentemente entre lamentos – fijarnos en el descarte en sí, pero quizá deberíamos prestar atención a quiénes son los que están al otro lado deslizando, a cómo han formulado el concepto de talento, adecuándolo a lo que necesitan en ese momento.

Como dice la frase “no juzgues a un pez por no poder trepar un árbol ya que pensará toda su vida que es un idiota”, no quieras trepar un árbol porque lo tengas delante si tu sitio está en el océano.

 

“No ser seleccionado es la mejor oportunidad que nos dan

para desarrollar nuestro talento en el lugar adecuado”

 

 

Escrito por: Adelina Grava, finalista de la 4ª edición