Skip to main content

Yo también estoy triste…

Cuando recibí el mensaje de Irache preguntándome si quería escribir una entrada al blog, no dudé en decirle que sí. No veía mejor manera de dar las gracias por todo lo que me ha regalado Factoría y poder aportar mi granito de arena en este blog, patio de juegos de las mentes de gente digna de admirar. Sin embargo, al poco tiempo me arrepentí… porque, ¿qué podía darle yo a Factoría a cambio de todo lo que han hecho ellos por mí? ¿Qué conjuro mágico de palabras iba a poder causar el impacto que causaron en mí? ¿Qué puedo ofrecerles yo? ¿YO? Al hacerme estas preguntas, la respuesta se hizo evidente, no puedo. No puedo, así que he decidido daros lo más valioso que tengo; un pedacito de mí. Hoy os voy a contar por qué estoy triste y por qué es lo mejor que me ha podido dar este 2020.

Desde que hemos vuelto a pisar las calles con relativa frecuencia, he estado hablando mucho con la gente de mi entorno. Siempre me ha interesado saber cómo están las personas que me rodean, qué pasa por sus cabezas cuando están solos, qué les mueve a dar un pasito hacia adelante cada día… Ya no es como antes. Antes podía preguntar a alguien cómo estaba y un simple “Bien. ¿Tú qué tal?” servía. En cambio, ahora, cada vez que pregunto me encuentro respuestas de verdad. “Estoy con mucho vértigo. Ya estamos a diciembre y parece que fue ayer cuando me despedía del verano”, “Estoy más cansado de lo normal, no sé muy bien qué me pasa”, “Bueno, tirando”. ¿Qué ha pasado? Una de dos, o la gente está más triste o se acaban de dar cuenta.

El covid ha sido sin duda la época más oscura de nuestra generación. Por primera vez hemos sufrido todos juntos, como planeta. El dolor durante la pandemia era evidente, todos estábamos tristes por las muertes que estábamos presenciando, por el sufrimiento que estaba causando el parón repentino a nivel mundial, por no poder abrazar a aquellos que amamos… El dolor estaba en nuestra cara y nos lo recordaba todos los días. Sin embargo, ahora que todo ha vuelta a la “normalidad”, parece que el mundo entero está sumido en una tristeza indirecta, menos intensa pero más controladora. El tiempo de repente vuela y sentimos que la vida se nos pasa sin darnos cuenta. Los días se han vuelto monótonos y lo que iba a ser una vuelta a la normalidad se ha convertido en un cambio muy raro en nuestro ritmo de vida.

Esta vuelta también ha sido rara para mí. Llevo un par de meses que no soy yo mismo. Ya no tengo la energía que tenía antes, disfruto menos del día a día y me cuesta levantarme por las mañanas. Pensaba que era el único al que le pasaba, que era el único que no conseguía remontar del todo a pesar de que todo hubiese “pasado”. No sé si fue casualidad o no, pero coincidió que la semana pasada hablé con cuatro personas con las que hacía mucho que no hablaba y, de una manera o de otra, se sentían igual que yo. Hubo una conversación con mi mejor amigo que me abrió los ojos; descubrí el hilo conductor, el Fuego.

Mi buen amigo y coach Víctor me dijo que la clave para una vida sana y feliz era tener un equilibrio de lo que él llama los 5 elementos: aire, tierra, agua y fuego. ¿Te has dado cuenta? Sí, falta uno. Y es que el último elemento no me lo dijo, sino que me incitó él a pensarlo. A mí parecer, es LA clave para la felicidad, así que yo os invito a hacer lo mismo; descubridlo dentro de vosotros. Volviendo al tema; el Fuego, quizás el elemento más olvidado de todos hoy en día. El Fuego simboliza el calor, la energía, un elemento rápido y sumamente activo. El Fuego es el elemento asociado a la pasión, a la llama que hace que tus ojos se enciendan, que tu corazón lata más fuerte.

Sé que os estoy haciendo bailar un poquito, pero aguantad, que ya llega lo bueno. Ahora mismo os estaréis preguntando qué tiene que ver el covid con mis amigos, con la tristeza y con el fuego. TODO. El covid ha sido el jarro de agua fría que nos ha despertado del profundo sueño en el que estábamos sumergidos y nos ha hecho darnos cuenta de que el fuego que nos mantenía calientes lleva apagado todo este tiempo. Me explico. La vida antes del covid era muy cómoda, como vivir en un crucero donde todo parece no moverse, pero cuando te asomas por la borda y miras al mar te das cuenta de que estás viajando por un océano infinito y salvaje, guiado por un capitán que “sabe lo que hace”. El capitán sabe a dónde tiene que ir, pero él decide por dónde te lleva. Para mí, ese capitán es el subconsciente, y el barco, la vida que llevamos. El capitán conoce nuestro fuego y sabe a dónde ir, y nos llevará por el rumbo que él considere mejor para alcanzar lo que nuestro verdadero yo anhela.

Antes del covid, la mayor parte de nuestro tiempo lo pasábamos ocupados, y si no ocupados, acompañados. Había muy pocos momentos en los que estuviésemos obligados a estar solos con nosotros mismos o sin nada que hacer durante tiempos extendidos. Creo que ahora que hemos vuelto a la “normalidad” pero no tenemos esa manera de ocupar nuestras cabezas, es cuando ha salido a la luz aquello que siempre nos ha preocupado pero que no había cobrado importancia por haber estado enterrado en nuestro subconsciente. Porque la realidad es que pasamos tanto tiempo en piloto automático trabajando, estudiando, saliendo de fiesta o incluso viendo series, que nos olvidamos de dedicarnos tiempo a nosotros. Me he dado cuenta que la mayoría de nosotros no sabemos responder a la pregunta de “¿A ti qué te mueve?” y a causa de ello nos invade una tristeza monótona y complicada de ubicar. Ahora que hay veces que no tenemos nada que hacer, parece que estamos más cansados que antes. Y es que a veces no estamos cansados por haber hecho demasiado, sino por haber hecho demasiado poco de lo que nos hace sentir vivos.

Últimamente estoy escuchando mucho a Sen Senra, un artista gallego que os recomiendo explorar. Un día estaba tumbado en la cama escuchando un álbum suyo y en una de sus canciones, titulada “Nos dará alas”, me fijé en esta frase: “Cuando no hay luz se pueden ver estrellas”.  Sentí como esa frase resonó con mi cuerpo entero. Qué manera tan alentadora de ver la oscuridad. Y es que la vida me ha llevado a creer que todo lo maravilloso de este mundo nace tras haber conocido el dolor. Poco a poco, me he ido encontrando con cosas que me han removido por dentro, desde obras de arte que me gritaban, canciones que parecían abrazarme, personas únicas e irrepetibles que provocaron cambios en mí que jamás podría haber imaginado… y con el tiempo me di cuenta de que todas ellas compartían algo; todas habían sentido dolor. Estas personas son artistas, aunque no estén relacionados directamente con el arte. Estaréis de acuerdo conmigo en que no hay nada más artístico que transformar el dolor en fuente de crecimiento y cambio.

Y es que, si algo duele, es porque es necesario. Antes era más fácil ignorar el dolor. Tanto, que ni nos dábamos cuenta de que estaba. Nuestra vida consistía en no parar de hacer cosas. Había muy pocos ratos en los que estuviésemos solos con nuestros pensamientos, sin tener que pensar en nada que no fuese en ellos. Yo os invito a parar todavía más, a respirar y a escuchar lo que os está diciendo vuestro capitán.  Cómo nos sentimos es un reflejo directo de los mensajes que nos manda nuestro yo más puro, la más desnuda representación de lo que realmente somos. El primer paso para crecer es tomar consciencia de que no estamos donde nos merecemos. Desde este amor hacia nosotros mismos es de donde nacerá la fuerza para explorar nuestro Fuego. TODOS tenemos Fuego. ¿Cuál es el tuyo?

Algunos tips para descubrir tu Fuego: empieza a hacer otra vez lo que hacías de niñx (pistas muy importantes), experimenta cuanto puedas (el arrepentimiento es peor que el fracaso), date cuenta de qué llama tu atención (la envidia puede ser una buena pista), y recuerda, la pasión no es el talento, no dejes de hacerlo porque no se te dé bien (AÚN).

Termino con esta frase de Carl Jung: “Hasta que el inconsciente no se haga consciente, el subconsciente dirigirá tu vida, y tú le llamarás destino”. Escuchad las olas, no les tengáis miedo, pues desde el miedo nace el rechazo, desde el rechazo muere el amor, y sin amor no existe el cambio, pues el amor es el único combustible capaz de cambiar el mundo. Y el primer paso para cambiar el mundo, es empezar por ti mismo.