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¿Por qué África? por Alicia Oliva

Hace diez años, el continente africano se cruzó en mi vida. Viajé a Senegal y una parte de mí jamás volvió. Desde entonces África siempre ha estado en mi horizonte y he aprovechado cualquier excusa para perderme por alguno de sus rincones. Senegal  fue el primer país de África subsahariana que conocí. Me enamoré. Lo recorrí de punta a punta y dos años más tarde volví. He viajado en matatu por Kenia y me he perdido por las plantaciones de té en el oeste de Uganda. África engancha.

¿Por qué África?, diréis. Me encantaría tener una buena respuesta a esta pregunta pero solo puedo decir que cuando viajo por allí me siento en casa. Siento una predilección especial por el continente y sus gentes; y cualquier cosa que me acerque un poco más me aporta una felicidad enorme.

Ya lo decía Ryszard  Kapuscinski y es que África es un continente demasiado grande para describirlo, para conocerlo y para recorrerlo: «Es todo un océano, un planeta aparte, todo un cosmos heterogéneo y de una riqueza extraordinaria. Sólo por convención reduccionista, por comodidad, decimos ‘África’. En realidad salvo por el nombre geográfico, África no existe.» Por eso, poco a poco voy conociendo pedacitos de las África(s), que me enseñan y me cambian lo ya aprendido. Desde que hice el máster en relaciones internacionales y estudios africanos me volví muy crítica y siempre intento contar África alejada del afropesimismo que inunda nuestros medios de comunicación pero siempre sin dejar de poner los pies en la tierra. Cuánto más me acerco y más conozco, más aprendo sobre ese “cosmos heterogéneo” de Kapuscinski pues, como bien dice Xavier Aldekoa, “el mar parece uniforme e inabarcable cuando lo observamos desde la superficie. Sólo si nos sumergimos en su interior descubrimos un mundo lleno de vida y diversidad. África es un océano.”

Amante de las maletas improvisadas y de las aventuras, esta vez pongo rumbo a Namibia de la mano de Carlos Llano, otro enamorado de África y del deporte, bastante menos cuerdo que yo. Cuando nos conocimos, Carlos me habló de su próxima aventura: la Sahara Race, una carrera de autosuficiencia por Namibia. Me dijo que me apuntara de voluntaria para la organización y a mí me pareció la excusa perfecta para volver a pisar el continente. Al día siguiente me dijo: «Te recomiendo que no lo pienses mucho, porque sino no se hace, échate la manta a la cabeza y salta al vacío! Vivir es apostar y arriesgarse a que sucedan cosas, lo contrario es sobrevivir y nada interesante ocurre», lo que no sabía es que nada más llegar a casa yo ya había enviado mi solicitud para participar como voluntaria.

Todo ha ido muy rápido y mañana comienza la aventura en la que nos patearemos en siete días 250 km del desierto más antiguo del mundo. Siento un vértigo enorme, pero es el vértigo previo al gran salto y no puedo estar más feliz. Como voluntaria, ayudaré con todos los temas de logística verificando que todos los corredores están bien preparados y disfrutan de la carrera. Iré con los ojos bien abiertos para contaros lo que voy viviendo. Los sueños se logran si se camina hacia ellos. Cada día, un paso más cerca. Paciencia. Perseverancia. Trabajo. Y movimiento.

 

¡Esperamos que disfrutes mucho de esta aventura! Te esperamos con los brazos abiertos y muchas ganas de escucharte 😉