Skip to main content

Entrar en la espiral activa. Por Javier Sáenz

Javier Sáenz es (casi) doble graduado en economía y economía financiera, deportista de equipo, aventurero, curioso, reflexivo, simpatizante de las situaciones incómodas, amante de las nuevas experiencias y adicto a viajar. Javier, como ya podréis intuir, no ha sido un estudiante al uso, y en el paso por su experiencia estudiantil ha tomado algunas decisiones y se ha embarcado en aventuras que le han llevado a vivir experiencias especiales… y a acuñar un término llamado «la espiral activa». Le hemos pedido que nos cuente de qué se trata y esta ha sido su respuesta:

EMOCIONES A LAS QUE NO RENUNCIAR

La reflexión que quiero compartir viene motivada por mi experiencia, más concretamente por mi experiencia universitaria, pero me remonto a unos meses antes de que comenzara a estudiar el doble grado en septiembre de 2012. Desde pequeño soy un chico sociable, siempre he contado con montones de amigos cerca de mí y eso me hacía sentir lleno y satisfecho a pesar de llevar una vida considerablemente rutinaria.

No me di cuenta de las emociones a las que había estado renunciando hasta que fui seleccionado para viajar en 2012 a Camerún con Madrid Rumbo al Sur. Viajar a un lugar exótico, sin las comodidades de tener un grifo disponible cuando se desee o una alternativa a una letrina con telarañas es la mili del siglo XXI para los jóvenes españoles (salvando las distancias).

Es un cóctel de sueño, euforia, dolor de barriga, sabores y olores desconocidos, cansancio y nuevas amistades que te permite vivir la vida 10 veces más intensamente que todo lo que hayas podido experimentar hasta el momento. Y eso, creedme, es adictivo.

ADAPTARSE A ENTORNOS INCIERTOS

Con el recuerdo cada vez más tenue de mis memorias veraniegas, pasé los dos primeros años de universidad haciendo una vida de universitario estándar: Estudio, deporte, amigos, fiesta y vuelta a empezar. Nada fuera de la rutina.

Hasta que en tercero de carrera tuve la oportunidad de irme de Erasmus a Groningen, Países Bajos. El aprovechar la posibilidad de inmiscuirte en una cultura diferente, internacional, y conseguir adaptarte a un entorno que no manejas es de las vivencias más enriquecedoras que se puede tener. Tanto es así que aproveché y repetí al año siguiente, esta vez en Vilnius, Lituania. Y a eso es a lo que me refiero con la espiral activa.

LA ESPIRAL ACTIVA

La espiral activa es la definición que doy a esa propensión que se adquiere a salir de la zona de confort, al conjunto de experiencias que, recogiendo el fruto de de las buenas y de las malas, te impulsan a no conformarte con esa situación cómoda que estás viviendo y que te hace estar tranquilo, pero no te hace feliz, no te llena.

Revisando este concepto inmediatamente acuñado, mis experiencias de Erasmus me han dado energía suficiente para viajar solo, trabajar en un hostal en Lisboa sin hablar inicialmente portugués, entrar en un programa de recepción de estudiantes estadounidenses en la universidad, apuntarme a Factoría de Talento, dar clases particulares y todo lo que está por venir. Este es mi caso particular, pero la espiral activa puede llevarte a aprender a tocar un instrumento, emprender, hacer voluntariado, marcarte un reto deportivo, perfeccionar un idioma o crear un canal de difusión de vídeos. Lo que sea.

Lo más importante es darnos cuenta de que, como dice la canción, solo se vive una vez, y está en nuestra mano dejarnos llevar por la apatía y tumbarnos a ver pasar las horas, o por el contrario enfrentarnos a nuevos retos y atrevernos a sacar lo mejor de nosotros mismos, retarnos, crecer, crear. Vivir.