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«EL PAPEL PROTAGONISTA DE NO SERLO» por Ana Gallego

Nunca me ha disgustado demasiado ser una persona a la que las demás definieran como poco transparente. Un amigo me decía hace poco, que yo no era precisamente una persona que se pudiera conocer con facilidad en una conversación de 20 minutos; y, a decir verdad, sentí cierta complacencia al escucharlo. Otro de los puntos que resonaban en mi cabeza después de aquella conversación fue el consejo de mi amigo: si lo que quieres es brillar más en los grupos, tienes que pensar menos, intervenir más e intervenir antes, a riesgo de cagarla con una frecuencia mayor, de la que tu personalidad introvertida y reflexiva te ha permitido hasta ahora.

Inevitablemente, después de aquella conversación, pasé directamente a la reflexión, con la ayuda de algunos artículos y vídeos. Concretamente, hacía un tiempo que tenía pendiente la intervención de Susan Cain, titulada el poder de los introvertidos: una de las charlas TED que a más espectadores ha conseguido llegar, con un total de 9,5 millones de visualizaciones en youtube.

En ella, Susan Cain, curiosamente, enlazaba de forma directa la personalidad introvertida de grandes líderes con la calidad de su liderazgo en determinados ambientes, sustentándose en el estudio realizado por Adam Grant: según dicho estudio, cuando esta clase de líderes promovían y gestionaban la proactividad de sus empleados, obtenían mejores resultados que los obtenidos por los líderes extrovertidos, ya que, normalmente, los primeros permitían que sus empleados desarrollaran individualmente las ideas y las sacaran a la luz. Ello no significaba que los líderes extrovertidos fueran menos capaces de serlo, por su mera tendencia a la extroversión. Ahora bien, la efectividad que, de forma natural, tenían los líderes extrovertidos sobre empleados a los que Adam Grant se refería como “seguidores reactivos”, aquellos que buscan una dirección e inspiración, decaía de forma notable en aquellos casos en los que los empleados tenían una tendencia más proactiva: empleados con una iniciativa de liderar, sin ostentar los formalismos de la figura de líder. En consecuencia, explicaba Grant, un líder extrovertido tiende a ser inspiración y guía en su posición de liderazgo, pudiendo entrar en conflicto con la iniciativa e ideas que presentan los empleados proactivos. Por el contrario, los líderes introvertidos, probaron obtener mejores resultados con este tipo de empleados por su tendencia natural a escuchar otras ideas y valorarlas, sin sentirse amenazados por ellas; es lo que Adam Grant considera “el poder de liderar silenciosamente” como forma alternativa de liderazgo.

Y a mí, todo esto no hace más que recordarme a momentos concretos del mundo del cine. Una de mis escenas favoritas de la película “del revés” es aquella referida al funcionamiento, en ocasiones aleatorio, de la memoria: a veces, somos incapaces de recordar teorías que estudiamos a fondo, o los detalles de recuerdos que han marcado nuestra infancia, y sin embargo, recordamos con increíble exactitud la melodía de un anuncio de chicles, de gran parte de los anuncios de juguetes, o de las intros de las series que veíamos cuando éramos pequeños. Pues bien, algo parecido me pasa a mí con una frase de una película. En ella, uno de los personajes le decía a otro:

En las películas tenemos la protagonista y la mejor amiga. Tú, puedo decirlo, eres una protagonista, pero, por alguna razón, te comportas como la mejor amiga.

Esta suposición me llevó, de alguna manera, a pensar, que verdaderamente, existían roles protagonistas y roles secundarios también fuera de cámaras, y que pocas personas, guiándose por las acepciones lingüísticas del término “secundario”, y por la connotación social negativa que de ellas se deriva, elegirían y querrían, si pudieran, adoptar dicho rol. Porque, siendo sinceros, no es agradable saber que uno no encaja del todo con las características de lo que debe ser el papel protagonista en las cámaras, o con las del papel de líder, esta vez sin las lentes de ficción.

El caso, es que si pudiera volver a esa conversación con mi amigo, en realidad, le diría que no quiero tener que intervenir más, o intervenir antes sólo porque la dinámica de un grupo así lo demande para brillar. A mí me gusta la reflexión, porque también me gustan las palabras, y conseguir con ellas plasmar un pensamiento, que de otro modo, y en mi caso, quedaría abandonado o reflejado como otra idea vaga; y siento realización personal cuando consigo hacerlo y no cuando un nombre asociado a mi persona se convierte en la combinación perfecta que la gente consigue recordar. Y si tengo que elegir entre la amiga o la protagonista, definitivamente, elijo mi papel protagonista de no serlo.

¡Gracias Ana por elegir ser tú misma, reinventar los papeles y romper con los prejuicios!