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Después de Factoría ¿Qué pasó? por Javier Ramírez

Javier Ramírez fue uno de los seleccionados de la primera edición de Factoría de Talento Adecco. Si, señoras y señores, él es uno de los veteranos del programa. Además de estudiar ingeniería informática y ADE, es un emprendedor de los que siempre quieren más, desde acelerar su start-up en un programa en Boston hasta dar una charla TEDx, y actualmente, emprendiendo un nuevo proyecto llamado Decidr. Vamos, que no para. Por alguna razón, hace cuatro años Javier decidió apuntarse a Factoría de Talento y fue seleccionado para entrar, y hoy hemos querido preguntarle cuál ha sido su experiencia tras pasar por el programa, cómo ha ido la vida, vamos… esta ha sido su respuesta:

«IMAGÍNATE EN UNA CUEVA»

«Imagínate en una cueva. Una de esas de las que salen en los documentales del National Geographic y que luego echan en La 2, esas con las que te quedas dormido en la siesta mientras la voz en off te cuenta cómo de oscura es, cuánta humedad tienen sus paredes y de qué se alimentan los murciélagos que en ella habitan. Una cueva, una mina, un túnel profundo que termina en piedra. Dentro de la roca hay algunas vetas de mármol, de hierro, de diamante, de lo que en ese momento las personas busquen y consideren valioso. Está dentro de la roca, muy dentro, muy profundo, muy mezclado con la ganga –el material que no se busca, que luego se usa para otras cosas–, en una suerte de amalgama y revoltijo que pocos quieren desentrañar.

A veces llegan señores con gorros y túnicas y dinamitan la cueva, consiguiendo trozos de roca de igual o parecido tamaño y forma, que sirven para cosas similares. Algunos trozos se usan para crear esculturas, otros sirven para construir calles, y otros terminan siendo magníficas encimeras de cocina. Son trozos fantásticos, hermosos, y cumplen perfectamente con lo que se espera de ellos. Algunos llevan dentro rastros de mármol, de hierro o de diamante, pero su superficie los oculta y la dinamita no los expuso a la luz.

Otras veces, llegan otros señores más raros, con instrumentos que supongo que sirven para tomar medidas, y se pasan días analizando algunas cuevas, su composición y la posible ubicación de las vetas de hierro, de mármol, o de diamante; y, cuando están seguros, con más precisión señalan en un mapa y dicen: «aquí».

Imagínate en una cueva, pero dentro de la cueva. Dentro de la roca. Eres la roca. No tienes ni idea de cuál es tu composición (¿cómo ibas a saberlo? ¡Eres una roca!). A veces escuchas explosiones de dinamita en la lejanía, y ves a algunos compañeros marchar. Y un día, llega un señor raro, y te señala, y te dice «aquí».

Supongo que así me sentí yo cuando me eligieron para Factoría de Talento. Uno va por la vida con más o menos acierto, sin saber demasiado qué tiene dentro, esperando el momento en el que la universidad le dinamite y su forma final encaje en un puesto de trabajo, hasta que un día llega un señor y te dice: «Tú. Aquí puede haber algo más.»

CUÁNDO TE DESCUBREN

No significa nada en realidad; y, en el mejor de los casos, solo significa que tienes algo dentro que tienes que separar, lavar, depurar y pulir; y, quizás, con el tiempo y mucho trabajo, pueda llegar a ser algo bonito.

No me pagan por estas palabras, así que no hablaré de todo lo bueno que tiene Factoría: la fantástica gente, los geniales profes, los coaches que siempre estaban ahí, la gran experiencia. Prefiero hablar en su lugar de esa sensación que para mí marcó el programa. Esos señores que te señalan y te dicen «tú», y sin comerlo ni beberlo ya te han dado una dirección, y un sentido. Quizá fue lo más valioso de todo. Que personas que no te conocían de nada decidan apostar por ti, te inoculen esa confianza y te digan que si sigues ciertos pasos puedes llegar a algunos sitios.

CUÁNDO APUESTAN POR TI

Hace 5 años era un ingenuo estudiante de primero, como todos los estudiantes de primero. Llegué a la universidad esperando lo que siempre me había imaginado que sería: gente muy inquieta, con muchas ganas de hacer cosas y comerse el mundo. Me encontré con una cantidad exactamente igual a cero de cosas interesantes que hacer. Perdí mi primer año intentando aprobar asignaturas cuyo mero título os haría bostezar.

Pronto empecé a hacer cosas, y eso de una manera u otra me hizo descubrir Factoría. Cogí confianza en mí mismo, y las sesiones con el coach me hicieron conocerme mejor y me dieron una guía sobre la que trabajar, sobre la que pulir cosas. Aún hoy día sigo recordando conversaciones, frases, consejos que me hacen entender mejor cómo me relaciono con el entorno. Cosas de las que nunca te habías dado cuenta, cosas casi triviales, cosas como aprender que en momentos de presión y alta incertidumbre es cuando brillas, es cuando deberías ayudar a tu equipo a reducir la inquietud y la sensación de riesgo desde tu tranquilidad. Cosas que te hacen verte en tercera persona cada vez que te encuentras en una situación similar.

CUÁNDO APRENDES

Era un ingenuo estudiante de segundo cuando pasé por Factoría, creo que casi 5 años después sigo siendo ingenuo, pero un poquito menos. Al menos he aprendido por el camino. Después de Factoría conocí a algunas personas inquietas con las que fundamos alguna asociación y le demostramos a la comunidad universitaria cómo se hacen bien las cosas (¿se nota demasiado que estoy muy orgulloso de unioncampus.com ?
Y, ¿sabéis? El mero hecho de poner aquello en marcha me hizo conocer más mentes inquietas, y en algún momento algunos amigos de la uni fundamos alguna empresa por Estados Unidos, y casi dejé la carrera varias veces, y aprendí  cómo se hacen y, sobre todo, cómo no se hacen las cosas cuando emprendes. Ganamos premios, cometimos errores, terminaría dejando aquello y montando otra cosa, viajé mucho, aprendí lecciones increíbles de personas de cada rincón del mundo, me puse en situaciones nuevas e incómodas para mí y aprendí de cada experiencia.

Es como una grandiosa bola de nieve, una serpiente que se retroalimenta y que cuanto más se come la cola más grande se vuelve. Una vez empiezas a hacer cosas, no puedes parar. Construyes el paracaídas durante la caída, y cada hito en el camino te da los recursos para llegar al siguiente, y la bola no deja de coger velocidad.

CUÁNDO CONFÍAS EN TI

Y no sé si me habría visto con la seguridad de hacer nada de eso si no hubieran llegado unos señores, me hubieran señalado con el dedo y me hubieran dicho «tú».

Tampoco he hecho grandes cosas ni he descubierto grandes hallazgos, pero ¿habría acaso hecho algo si no hubiera pasado por Factoría de Talento? No tengo ni idea, eso lo dejo como ejercicio de reflexión para el lector. Mi sensación es que seguiría embebido en la roca, sin saber bien si tengo algo dentro o no, esperando a que me dinamitaran… o a que llegara alguien y me señalara.»

¡Muchísimas gracias Javier por seguir enciendo tu talento y el de los que te rodean, cada vez más!