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Dejarse llevar, ser uno mismo y comenzar a descubrir. Por Leire Bautista

Leire Bautista estudió Ingeniería Civil, aunque no cree que ello la defina. Participante de la IV edición de Factoría de Talento, actualmente trabaja en una empresa en pleno crecimiento dedicada al comercio internacional y se mueve por aquello que puede hacer crecer, por proyectos de los que puede tomar partido e intentar dejar su impronta, donde pueda explorar sin tener por qué definirse por lo que hace, sino por cómo lo hace donde puede sacar partido de su personalidad apasionada y espontánea y disfrutar del trabajo en equipo.

Le hemos pedido a Leire que comparta con nosotros que han significado para ella los seminarios y esta ha sido su respuesta:

Primer día de talleres en Factoría, los nervios a flor de piel y el corazón al mil por hora…muchos están ya en la entrada del GarAJE. Comienzan las primeras conversaciones, presentaciones, todos tenemos la misma sonrisa inquieta que no podemos ocultar. Entramos con Pablo a la sala. No contaré más desde el momento que se cerró la puerta, no voy a hacer spoiler.

Creo que todos llegamos con enormes expectativas. Yo llegaba perdida. Con unos estudios que me lastraban, con muchas pasiones y sueños que me movían, quería encontrar mi camino, encontrar respuestas. Puede que esperase que éstas surgiesen o que alguien me las diese.

Nuestro pensamiento cambió cuando terminamos el primer taller, ese día me dolió la cara de reír, lloré con historias de compañeros que apenas había visto un día, nos unimos, compartimos un pedacito de cada uno y, lo más importante, entendí lo que era Factoría. Factoría es todo eso: es sensaciones, es percepción, es emoción y un torbellino de estados de ánimo.

YA NO QUERÍA PENSAR EN LO QUE VENDRÍA, SÓLO QUERÍA VIVIR CADA MINUTO Y EXPRIMIRLO. 

Así fueron los sucesivos talleres, era imposible quedar indiferente, cada uno tan distinto del anterior. El día que había Factoría no podía dormir… ¡estaba tan emocionada!¡tenía tanto en lo que pensar!. Unos parecían hechos a medida para mí, otros me incomodaban y me daba vueltas la cabeza (de esos que te hacen conocerte), otros eran genialmente inesperados, no cambiaría ni un minuto de ninguno de ellos.

Descubría a mis compañeros. Personas excepcionales, con tanto que contar, tanto de lo que aprender, tantas ganas de compartir, de crecer, de crear, de emprender, de ayudar, de aportar, tantas ganas…

Entonces fui consciente de lo equivocada que estaba en mis ideas iniciales. Las soluciones que tanto ansiaba no vinieron (y espero que nunca lo hagan) porque no hay un camino preestablecido, el futuro no debe estar hecho a medida de nadie. Existen infinitas posibilidades y Factoría me hizo ver que quiero explorarlas todas. Si bien ningún taller me dio una sola respuesta, aún me regaló más preguntas pero ya no me preocupa resolverlas, ahora espero disfrutarlas.

Muchos dicen que Factoría te cambia, pero no es algo con lo que esté de acuerdo, Factoría te potencia. Éramos 40 personas diferentes al llegar, mucho más diferentes al salir pero con tanto en común, tan unidos. Quizá cada uno de mis compañeros podría describir lo que vivimos de una manera muy distinta, pero creo que todos entienden lo que quiero expresar y lo comparten.

No pretendo expresar sobre los talleres mucho más que una percepción, lo mejor de Factoría es la incertidumbre y la sorpresa.

En cualquier caso, creo que esta es la mejor forma de describir Factoría: a través de la emoción. Es además lo que perdura, lo que me hace sentir que Factoría no acaba mientras escribo recordando cada taller. Y sólo te das cuenta de lo que ha significado para tu evolución el día que, acabados los talleres, quieres volver a empezar, poder revivirlos para grabarlos en tu memoria sin dejar escapar un solo instante.

No hay mejor consejo que pueda dar a los futuros factoritos que dejarse llevar, ser uno mismo y comenzar a descubrir…

Si algo he aprendido, es que aún me queda un gran camino por recorrer, al que el hambre por crecer hace cada día más apasionante.