Confusiones de Confucio por Sofia Lana Frenchilla
“Si no puedes alcanzar tus metas, no las cambies; modifica tus acciones.”
A veces alcanzar una meta no se trata de trabajar duro por lograrlo. A veces, simplemente, consiste en creer en uno mismo y en no ponerse trampas en el camino.
Nuestras acciones dependen de muchos factores, pero a veces se nos olvida uno de los más importantes: la confianza en uno mismo. Sin esta es posible que renuncies a tus metas, incluso sin darte cuenta, por el mero hecho de creer que no las mereces.
Hace unos días se abría un melón en Factoría: el síndrome del impostor. Yo hasta hace un año no lo conocía, pero el día que supe que existía mi propia existencia tuvo mas sentido, ya no me creía un fraude.
Sentir que las cosas que haces o tus capacidades son algo al alcance de todos es el primer indicio de que padeces síndrome del impostor o del fraude.
El segundo indicio es pensar que todo es un golpe de suerte. Que estabas en el lugar y el momento adecuado para que la suerte recayera en ti. A lo largo de mi trayectoria he intentado tirar por la borda todo aquello que pudiera ser éxito o reconocimiento hacia mi persona. He tenido suerte con las preguntas y por eso he sacado buena nota, pero mi compañera ha sacado la misma nota porque es muy inteligente. La nota de mi TFG es porque no controlaban mucho el tema y se han creído que estaba bien. Mi proyecto ha pasado a la final del premio, pero seguro que en cuanto me oigan hablar se van a dar cuenta de que no es para tanto. Si he lanzado un producto que cualquiera podría haberlo hecho, es sentido común, solamente he tenido la suerte de descubrirlo antes que otros y una larga lista de frases que igual tú también has dejado caer en tu pensamiento alguna vez.
En las próximas líneas voy a contar mi experiencia de impostora y algunos tips de cómo salir de esa rueda de hámster, pero aviso: no incluyen frases de Mr Wonderful, eso lo dejamos para el formato taza. O bueno igual si que me he venido arriba en alguna parte, pero no me han patrocinado lo juro, de todas formas, yo soy más de la Vecina Rubia.
Si hay algo de lo que me gusta hablar siempre es de mi experiencia en el deporte. El baloncesto me ha enseñado que el esfuerzo y el talento unidos obtienen su recompensa. Pero siempre echando balones fuera, y nunca mejor dicho. ¿Por qué digo esto? Pues porque no hace mucho que entendí que lo bueno de un equipo es la diversidad y la complementariedad. Durante la etapa más profesional mi perfeccionismo me llevaba a querer ser la mejor versión de mí misma y aportar siempre el 300% y eso solo me permitía creer en mis capacidades cuando algo salía bien. Cada uno siempre va a ser la mejor versión de sí mismo y si no pensamos eso la frustración reinará en nuestro ser y eso podrá derivar en el colapso. (lo digo por experiencia en mis largar intervenciones en público con momentos en blanco, hablar sin pensar, no recordar lo que quería decir…)
Pero si os soy honesta, hay una experiencia que me ha enseñado a valorarme tal y como soy. Se trata de Factoría. Es más, ahora que no nos está escuchando ninguno de mis compañeros de la edición, confesaré que el momento en el que más he sufrido de este trastorno fue el primer día que entré en Factoría. Ese día no me sentía yo misma, principalmente porque no consideraba merecerme estar ahí y que Pablo había “picado” por ver cosas bonitas en mi curriculum.
La sensación es muy amarga, igual que el café solo de todo procrastinador el día antes de una entrega importante. Sentía miedo de que mis compañeros descubrieran que yo no era igual que ellos, que no estaba a su altura.
Aprendí de la experiencia y de las sabías palabras de mi coach, a quitarme todos los peros y a deshacerme de toda palabra que ocasionara el auto boicot en mi mente.
Así que ahora que has podido observar que tengo un evidente cuadro de impostora te contaré cuáles fueron algunas de las preguntas que me ayudaron a entender cómo empezar a creer en uno mismo: ¿Quién eres?, ¿Te quieres lo suficiente? y ¿Somos realmente lo que parece que somos? La respuesta a esta última pregunta ya te la respondo yo: eres todo lo que proyectas, solo tienes que confiar.
El primer día que supe de este síndrome fue gracias a Natalia Gómez del Pozuelo, una escritora que ayuda a detectar los miedos y llevarlos a nuestro terreno. En su libro Hipolina Quitamiedos diferencia tres conceptos para superar los miedos: los ogros, los aliados y las hipolinas.
Los ogros son algunas de las barreras que nos dificultan el camino.
Dentro de los ogros se encuentra nuestro querido impostor que puede complementarse con tirar la toalla, miedo a fracasar, pensar que lo que sabes no es más que el resto, que no tienes talento…
Los aliados pueden ser perfectamente tus compañeros de Factoría, quienes se enfrentan en muchas ocasiones a tus mismos miedos y que juntos podéis conseguir todo lo que os propongáis.
Las hipolinas son aquellas herramientas que facilitan el camino y que junto a los aliados nos ayudan a enfrentarnos a esos ogros. Mis favoritas van desde aceptar la ayuda. A veces desahogarte, contar tus miedos puede ser la llave para aliviarte, respirar y mirar adelante.
Pausa: me estoy dando cuenta de que Factoría de Talento y sus dinámicas son claramente un ejemplo de hipolina.
Continuamos. Otra herramienta puede ser viajar, aunque ahora la situación lo dificulta, es el momento de ponerte la mochila y descubrir lugares cercanos con los que conectar. (mi proyecto de Factoría Alohamint sería una gran herramienta para buscar ese lugar.)
El yoga también puede ayudar, a pesar de estar algo estereotipado al género femenino es una buena herramienta para coger confianza. Durante el confinamiento empecé un poco en el mundillo y las sensaciones fueron muy sorprendentes. Fuerza de voluntad, constancia, relajación, sentir tu cuerpo sano…
Los podcasts, como el de mis compañeros de Socialpreneurs, que claramente han sido unos aliados durante los últimos meses, la música, el deporte…
Para terminar, me gustaría hacer una valoración personal de lo que he ido mencionando a lo largo del comentario. El hecho de ponerle un nombre a este problema no tiene que servir para sentirte etiquetado dentro de un grupo y dejarlo estar. Tiene que ser el impulso para comprometerse contigo mismo, buscar las claves, trabajar por estar a gusto y en paz con tu yo interior y como mencionaba Virginia en su intervención al blog: ser feliz.
Gracias a Factoría, a Víctor y a mis compañeros por ayudarme a saber ver quién soy.
Como diría Confuncio:
Los defectos de un hombre se adecuan siempre a su tipo de mente.