El líder ¿Nace o se hace? Reflexión de Pablo Burgué
Que se sepa, no se conoce el caso de ninguna matrona que, ya en la sala de partos, al ver al recién nacido, al ver unos rasgos característicos, al escuchar ese primer llanto con una cierta peculiaridad, exclamara a pleno pulmón: “¡Aleluya! ¡Ha nacido un líder!”
Mucho se ha debatido y se debate sobre si el líder nace o se hace, pero más allá de la oportunidad que cualquier debate ofrece para pensar, ¿a dónde queremos ir a parar?
¿Es el carácter innato del líder una coartada para que quienes consideran que “no han nacido líderes”, no lideren?
¿Es el carácter innato del líder una coartada para que quienes consideran que “han sido elegidos para la gloria”, lideren de cualquier manera, que para eso Dios les ha puesto una corona?
Siempre que preguntamos por ejemplos de líderes, surgen nombres similares: Jesucristo, Mandela, Gandhi, Obama, Alejandro Magno, Napoleón…
Es raro que alguien haga referencia a su padre o a su madre, a su hermano, a un profesor…
Y sin embargo, qué grandes ejemplos de liderazgo tenemos en lo cotidiano: esas personas que son referencias de comportamiento, cuya opinión siempre queremos tener ante un dilema, que predican con el ejemplo…
Tal vez haya algún rasgo de carácter, que sí puede ser innato, que pueda propiciar un determinado ejercicio de liderazgo más proactivo, más valiente, más expresivo. Pero en gran medida, lo comportamientos de éxito de los líderes, pueden entrenarse y desarrollarse como hábitos.
Y de hecho, puede y debe hacerse desde la infancia. Porque lo que sí es complicado es que una persona que ha tenido que ejercer pocos liderazgos en los primeros 30 años de su vida, puedan desarrollar buenos hábitos de liderazgo entonces.
¡Ah! Y una última cosa. Si quieres desarrollar tus competencias de liderazgo, deja de leer libros, ir a conferencias y a caros cursos. Y ponte a liderar.