El espejo de Viaje

El día que me llamaron para decirme que había entrado a Factoría estaba en la biblioteca estudiando. Como era un número que no tenía agregado, estuve a punto de no cogerlo (como hago con la mayoría de estas llamadas), pero hubo algo, no sé el qué, que me empujó a hacerlo, y menos mal.

No podía imaginar que con esa llamada abría una puerta mucho más grande y bonita de lo que imaginaba. Para mí, Factoría ha sido como un espejo colocado en el momento necesario de mi camino. No ha sido una enseñanza sobre quién podía llegar a ser, sino una sobre cómo mirar con más claridad quién era.

Con el ritmo vital que llevamos, las rutinas o los cambios constantes, a veces nos acostumbramos a mirar sin ver, a avanzar en una especie de modo automático sin preguntarnos aquellas cosas que nos encantaría poder cuestionarnos. Por eso Factoría, siendo mi pequeño espejo cada jueves, me ha permitido tener un espacio donde aprender a mirar con más claridad, donde poder ver esa versión de mí y de los demás que solo se revela cuando frenas un poco y observas con cuidado el reflejo.

En el proceso, también he aprendido que , aunque a veces mirarse a ese espejo puede dar vértigo, es más fácil cuando las personas que lo sujetan y con las que te reflejas, lo hacen desde un espacio de confianza ciega y cariño. He podido descubrir en cada sesión y en cada tercer tiempo, que el talento florece en lo colectivo, en cada escucha, cada conversación entre risas y cada silencio compartido. 

La verdad, es que solo puedo dar las gracias porque, gracias a Factoría, ahora tengo un pequeño espejo de viaje desde el cual puedo pararme a observar nuevos talentos dormidos, certezas que no sabía que tenía, y que, a veces, con un poco de detenimiento, son las personas que menos lo parecen las que más te pueden enseñar.

Eternamente agradecida por el viaje que ha sido y por darme esta herramienta que espero llevar en la mochila siempre.

Escrito por Aitana Estrada Elipe, participante de la 12ª edición de Factoría de Talento.