¿Quiénes somos?
Cristina y yo nos hemos visto en la misma terraza donde nos conocimos hace ya más de cuatro meses. Fue a mediados de enero, comienzo de Factoría. Hoy Cristina cambia el café por una caña y yo me mantengo en el ColaCao. En ese momento, un déjà vu da comienzo a una conversación de la que acabará naciendo el texto que te encuentras leyendo. “Me acuerdo cuando pediste el ColaCao el primer día”, dice Cristina. Con sed de conocernos, hablamos mucho aquella tarde sobre la pregunta que no te deja dormir en Factoría: “¿Quién soy?”. Aquí y ahora -cuatro meses después -, creemos estar algo más encaminadas hacia una respuesta decente y argumentada. Pero todavía somos incapaces de responder al completo (¿alguna vez lo seremos?), así que hoy, juntas de nuevo, hemos jugado a responder en plural, responder a un ¿quiénes somos? – o, al menos, quiénes creemos ser-. Sorprendentemente, no ha resultado ser nada de lo que esperábamos.
Irene es un cubo de Rubik y Cristina una libreta tamaño A5. Así nos presentamos en la sesión de team building. Casi igualitas. Primer seminario de Ángela, resultados del MBTI. Irene es ENTP, Cristina ISFJ… con todas las diferencias que las letras conllevan. A Irene le encanta jugar al ajedrez. El tablero de Cristina sigue doblado como venía del almacén. Irene es muy de números, sobre todo de impares. Cristina siempre huyó de las mates y encontró refugio en las letras. De hecho, no sabe si moriría antes sin libros o sin oxígeno. Irene es más de ver películas, donde sea y con quien sea. A Irene le gustan los calcetines coloridos y originales. Para Cristina, estos no son más que una prenda de vestir que cubre el pie. Si quedas con Irene, te chocará el puño a ritmo de un “qué pasa bro”. Cristina, si hay confianza (y no hay pandemia), optará por el abrazo.
Ante tanta diferencia, me pregunto cómo puede ser que seamos amigas mientras remuevo el ColaCao. Pero reflexiono que, quizá, en el fondo estemos haciendo lo mismo. En el cubo de Rubik y en la libreta, hacemos lo mismo: escapar del sobreestímulo de una vida de prisas. En los libros y en las películas, hacemos lo mismo: vivir en otras pieles, ser exploradoras de nuevos lugares e historias. En los números y en las letras hacemos lo mismo: saciar nuestro afán por aprender. En el puño y en el abrazo, hacemos lo mismo: transmitirnos, crear lazos.
Nos sirve nuestro propio ejemplo para trasladar la reflexión a algo mucho más grande y global. “En realidad, creo que si nos desmenuzásemos, descubriríamos que todos hacemos lo mismo: intentar sobrevivir, sentirnos queridos, ser feliz con lo que cada uno tenga. – dice Cristina- Hacerlo sencillo es en sí complejo, pero supongo que merece la pena”. Mi mente numérica me recuerda algo: todos nos hemos sentido alguna vez abrumados por la aparente complejidad de un programa informático. Pero estos son, a fin de cuentas, un conjunto de sumas y restas. Comparto mi ejemplo en voz alta y, a juzgar por su sonrisa, creo que Cristina lo ha entendido. Continúa ella la reflexión ejemplificando con un libro (pero con uno que no tiene letras, seguramente escogido con intención para no agobiarme). “Me acuerdo cuando jugábamos a encontrar a Wally en los libros. Nuestra vista iba focalizada a su gorro y jersey de rayas. Y cuando lo encontrábamos, pasábamos página. ¿Alguien se fijó en todo lo que estaba pasando alrededor? Creo que así vivimos un poco hoy cuando nos preguntamos ese ¿quién soy?. Y cuando nos hemos encontrado, pasamos al siguiente escenario para volver a señalarnos”.
Nos lanzamos a anotar – Cristina en su tercera libreta del mes y yo en mi onceava nota semanal de Notion – lo que hemos tratado, que igual lo podemos convertir en una reflexión medianamente seria y compartirla en el blog. Entre tanto, pedimos una segunda caña y un segundo ColaCao, esta vez siendo más conscientes que nunca de que quizá las mezclas (como muchas otras cosas) resultan más sencillas cuando cambiamos el foco. Que, quizá también, a veces conviene dejar de lado el “quién soy” para preguntarnos “quiénes somos”.