El miedo a ser descubiertos
Vivo con un miedo que siento que es inherente a mi persona, aunque sé que no siempre ha estado allí. El miedo a ser descubierta. Desde muy pequeña empecé a observar el mundo alrededor, y en algún momento empecé a pensar que no podía participar en él, a no ser que pretendiese ser alguien que no era. Me gustaba ver las cosas desde la magia, y quería que la magia fuese real. Pasaba mi tiempo explorando los rincones de mi mente, y deseaba compartir lo que encontraba. Y cuanto más lo callaba, más volvía a explorar. Algunos días encontraba mundos hechos de algodón de azúcar, y otros, descampados fumigando en medio de una lúgubre noche. A veces encontraba ideas, a veces encontraba pesadillas. Cuanto más indagaba, los mundos que descubría eran más alejados del mundo en el que vivía, los pensamientos, cada vez más rodeados por la oscuridad, los temores y las inseguridades, cada vez más prevalentes. Estaba atemorizada, no quería aceptarlos y pensaba que estaba sola en ello.
Así que pensé que lo mejor era ser como los demás (o como yo percibía a los demás). Tener las opiniones de los que me rodeaban, hacer lo que hacían mis compañeros, creer sin dudar lo que me decían mis profesores. Pensaba que esa era la solución. Ahogar lo más oscuro dentro de mí para ser ‘aceptada’. Funcionó durante un tiempo. Hasta una determinada época de mi vida, cuando todo dentro de mí explotó. Y aún intentando esconderlo, ya no lo conseguía. Pensé que eso iba a ser mi perdición.
Pero, contrario a lo que pensaba, eso no fue el principio de mi aislamiento, sino el fin de este. Fue entonces cuando conocí a mis amigos que ahora son los más cercanos a mí. Observándolos, escuchando sus palabras y sus silencios, sus chistes y sus expresiones, fue cuando me di cuenta de que no estaba sola. Eso me animó a escuchar más, a preguntar y analizar más a las personas que me rodeaban, y empecé a querer crear un entorno seguro para los que me rodeaban y animarlos a abrirse. Y poco a poco empecé a notar patrones. Empecé a ver que la mayoría de nosotros tenemos ese mundo al que temía yo de pequeña. Todos tenemos la oscuridad dentro de nuestra mente si nos ponemos a buscar un rato. Todos tenemos miedos y dolores que pensamos que nadie entendería, todos tenemos gustos un poco ‘raritos’ a veces. Y muchos tememos que alguien descubra eso. Empecé a hacerme a la idea a través de los libros, y a través de las preguntas, que todo lo que me pasaba a mí seguramente le había pasado a alguien antes, o le pasará a alguien en un futuro. Nuestros pensamientos, nuestras emociones, son nuestros, pero a la vez no lo son. Todos vienen del mismo sitio, del mundo que nos rodea. Cada uno de nosotros tenemos matices distintos en nuestro universo interior, pero siempre habrá alguien comparta con nosotros al menos uno de esos matices.
Nietzsche decía que no hay hermosas superficies sin terribles profundidades. Todo lo que nos da nos da miedo que los demás descubran, eso es lo que crea nuestra profundidad, nuestra unicidad y nuestra belleza. Me gustaría poder decir ‘’ ¡Sé tú mismo!’’, pero caería en la hipocresía ya que yo no lo hago muchas veces. Es difícil ser completamente libre, exponerse totalmente… A veces no podemos decir o hacer lo que queramos, y quizás a veces sea imposible ser completamente nosotros mismos. Pero, aunque muchas veces podamos estar en riesgo de ser rechazados socialmente, lo más importante es no ser nosotros mismos los que nos rechacemos.