¿Qué papel jugamos los hombres en el feminismo?
Hace unos días se me planteó la posibilidad de dirigir el contenido de esta publicación hacia la temática del 8 de marzo. Acepté la sugerencia sin pensármelo dos veces, entusiasmado por poder poner mi granito de arena a favor de un movimiento que considero tan importante. Como era lógico, justo después de decir que sí me empezaron a asaltar las dudas. Soy consciente de que me falta mucho camino para poder desligarme del todo de la posición que ocupo dentro del colectivo opresor. Después de todo, ¿qué podría decir yo, hombre blanco heterosexual, sobre la opresión a la que sistemáticamente sometemos a las mujeres? No me siento con el derecho de sugerir a las mujeres que cambien en lo más mínimo su comportamiento.
Sin embargo, creo que sí podría decir algo sobre el papel que en la lucha feminista juegan los hombres, precisamente por haber nacido tal. Me gustaría proponeros a vosotros, mis queridos lectores, que reflexionéis sobre una serie de prácticas que he bautizado con el primer nombre de “Androdecrecimiento” y con el apellido de “Feminista”. A veces las etiquetas, si bien limitantes, pueden ser útiles, ¿verdad? Voy a intentar ilustrar mejor este concepto, empezando por describir la situación que primeramente me suscitó esta idea.
Recuerdo que en un momento particular de su monólogo “no solo duelen los golpes”, Pamela Palenciano ejemplificaba de manera gráfica los extremos de la escalera de poder que existen en el patriarcado. En su mano izquierda, colocada por debajo de su cintura, estaban las mujeres. En su mano derecha, extendida sobre su cabeza, estaban los hombres. Pero no se limitaba a describir la situación actual, sino que, con un rápido movimiento de sus brazos, proponía también un estado de equilibrio, de igualdad. En ese estado, ambas manos se encontraban a la altura de sus hombros.
Con este simple gesto Pamela mostraba lo que yo creo que es el camino que nosotros, hombres, debemos seguir para lograr una sociedad más justa. Es decir, no sólo actuar desde la posición de privilegio en favor del colectivo oprimido, ayudándolo a subir escalones, sino bajar nosotros mismos algunos peldaños. Es evidente que el concepto tradicional de masculinidad (al que están asociadas la represión de las emociones, el consumo excesivo de carne y la exaltación de la violencia, entre otras virtudes) no es en absoluto sostenible en un mundo justo. También es evidente que algunos de los roles y de las características tradicionalmente asociadas a la feminidad (como los valores del cuidado, la empatía o la compasión) sí que son deseables, tal y como señala Alicia Puleo con su ecofeminismo crítico. De esta manera, desaprendiendo cosas que se nos ha enseñado, y aprendiendo cosas que les han enseñado a ellas, podríamos llegar a la definición de nuevas masculinidades, más plurales y respetuosas con el entorno que nos rodea, con lxs demás y con unx mismx.
Tampoco quiero realizar una separación exclusivamente binaria del género, ni creo que se trate de una filosofía a seguir únicamente en la lucha feminista. Además, como comentó hace tres entradas Pablo de la Rosa, hay formas de reflexionar sobre y de resistirse a los sistemas de privilegio-opresión de manera interconectada. Pero creo que para esta problemática en particular se trata de una filosofía especialmente interesante. Además, coincido con la idea de decrecimiento también en otros ámbitos.
Así, reflexionando sobre las distintas dinámicas de injusticia y, en particular, sobre el eje hombre-mujer de privilegio-opresión, me topé con una de las incontables palabras intraducibles maravillosas que tienen otros idiomas. 木漏れ日 (leído “komorebi”) es un vocablo japonés que significa literalmente “la luz que se filtra a través de los árboles”. Esta pequeña palabra alimentó mi reflexión, que pasó a tomar forma de poema. Y ese poema pasó a ser la canción que hoy comparto con vosotrxs.
Pincha aquí para escuchar la canción
No soy un experto en la materia, pero me dicen que si de verdad sois feministas tendréis que escucharla con buenos cascos y a buen volúmen…
En conclusión, no tengo la autoridad para afirmarlo, pero puede ser que como hombres debamos “androdecrecer”. De esta manera, igual con los años el octavo día de marzo deja de necesitar ser una reivindicación de lo que queda por conseguir, para pasar a ser una celebración de lo justamente conseguido.