Arte y vida por Alejandro Gutiérrez Ramos
Siempre he sentido una fascinación especial por el arte. Creo firmemente que las personas necesitamos tener referentes que nos den respuestas sobre aspectos que simplemente desconocemos, de los cuales no podemos entender ni parametrizar su lógica debido a que nuestra significancia como humanos es limitada. Esta pulsión por racionalizar lo irracional nos empuja a movernos desde el alma más que desde el cerebro hacia la fe en algo o alguien y mi fe la vuelco en la significancia del arte como combustible para crear algo completamente nuevo.
Es fascinante que cuanto más puro es el arte, más escapa de las lógicas rutinarias, perfectamente descriptibles y predecibles. Recuerdo que una vez leí un artículo en el que se hablaba de como la inteligencia artificial puede llegar a ser capaz de predecir mediante algoritmos los patrones musicales más populares y crear melodías que sean capaces de agradar a todos. ¿A todos? Yo pienso que desde luego que no, ya que el arte, a diferencia de prácticamente la totalidad de lógicas sociales en las que estamos imbuidos, se basa en la expresión del sentimiento, un parámetro no cuantificable, sin uniformidad y que radica su razón de ser en la imprevisibilidad y la libertad.
Porque sí, el arte te ayuda a ser libre, a ser un Dios creador desde la humildad del que cree que su único patrimonio son las emociones y que su vector de expresión más potente es el que sale desde la entraña. A mí personalmente me ha ayudado a entender el mundo con otros ojos. Desde que comencé mi formación en el ámbito dancístico he comprendido la realidad con una visión más abierta, más creativa, abriendo el ángulo de visión y generando enfoques novedosos a problemas que no tienen por qué ser de índole artística.
Y por esto mismo, entiendo fundamental la formación artística para todos los jóvenes, a un nivel similar al de la formación científica o humanista. Digo esto porque soy consciente de que yo he podido desarrollar mis capacidades de una manera mucho más efectiva cuando he interconectado estas tres áreas que tienen muchísimos vasos comunicantes. Quiero dejar muy claro un aspecto, el arte no es una frivolidad para la evasión de cuatro locos con ensoñaciones, el arte presenta nuevos códigos de lenguaje para analizar, abordar y reflexionar sobre tantísimos temas, porque el arte no es solo problema sino también solución.
Quería finalizar recordando el momento en el que me di cuenta de la importancia del arte. Hace ya años, hablaba con mi maestra de danza Silvia Mira sobre qué diferenciaba el arte y la vida cotidiana. Íbamos caminando por un largo pasillo en el que las pisadas retumbaban por el eco y claramente escuchaba un compás de cuatro por cuatro “vivace”. A la par veía mis brazos contonearse al son del ritmo no solo de mis pasos sino también del latido de mi corazón. En ese momento lo tuve claro. Muchas veces debatimos sobre si la vida imita al arte o sobre si el arte imita a la vida pero yo lo tengo claro, arte y vida son la misma cosa.