RÉQUIEM POR UN ABUELO ESPAÑOL POR CARLA ROYO
A lo largo de mi aún corta vida, él siempre trató de contármelo todo como un cuento; como otro no sabía, siempre usó un lenguaje simple y llano, pero atrapante. El cuento fue en ocasiones cálido y reconfortante, en otras gélido; lograba remover en cada uno de sus capítulos distintos sentimientos, pero si algo siempre hacía era despertar curiosidad e invitar a la reflexión. Yo como simple mensajera, contaré hoy intentando dar cierta coherencia temporal, el cuento que en tantas ocasiones el me narró.
Infancia: emocionada corría de pequeña a su regazo, y me sentaba en él.
-“Pues mi padre cuando estuvo en la guerra…” tendía a ser el comienzo de este primer capítulo. Así, en su regazo , en mi infancia , pude conocer la suya: “ Tuvimos que matar a la perra cariño, porque le ladraba al cura y eso no podía ser.”; “Tu tío, lo cogieron por colgar una bandera de la CNT en el ayuntamiento”; “A ese lo pilló el cura cuando salía al altillo a fumar, se lo llevaron por la noche”; “Hambre pequeña, mucha hambre”.
Adolescencia: emocionada corría, ya no a su regazo, había crecido, pero sí a sentarme junto a él en aquella pequeña mesilla en la sala.
-“Cuando yo aún era joven… “. comenzaba siempre este capítulo. ” Tú a la escuela, a los 13 yo ya estaba en el campo”; “Había que llevar dinero a casa “; “Mucho cuidao´, no podías decir to´ lo que querías”.
El siguiente capítulo tomaba fuerza.
-“Luchábamos mucho cariño…”. ”En la fábrica… uff, muchas huelgas “; “ Votábamos ya y to´ ”.
Juventud: emocionada, lo visitaba con menos frecuencia, yo vivía ya lejos. Pero él, en su sillón siempre me recibía con ternura:
-“El dinero chiquilla…”. ”Trabajaba duro pa´ que tu padre pudiera estudiar”; “ Pa´ na´ y menos con la pensión”; “ Tu estudia mucho cariño “ y asomaba una orgullosa sonrisa cada vez que le presentaba mis notas.
Aún lo visito; tiendo a tomármelo como un pequeño homenaje; él está ahí, entre las balizas metálicas y cadenas, entre los lirios que un día planté, ahí, en su tierra, en su huerta; cerca de las alcachofas, los ajos y las sandías que con entusiasmo nos traía a la mesa. Cada vez que lo visito sigue ahí, pero para mí es como si estuviera aquí.
Mi última visita fue antes de ayer, en cuclillas frente a él, pensé en todos ellos; los que nacieron en guerra o posguerra, recorrieron la dictadura, la transición, la democracia y los que por desgracia también sufren esta pandemia. Los que han vivido el miedo, sentido el hambre, los que han luchado por el futuro de sus hijos y nietos y los que hoy, en esta situación global se van más que nunca, en ocasiones solos.
Esto pretende ser un homenaje, también un réquiem para mí y para aquellos que estos días no han podido tenerlo y para la mayoría de los lectores un grito, una llamada para estar, acompañar y luchar por aquellos que tanto un día hicieron por nosotros.