La Comunidad del Factorito por Cristina Montes
«Eres una fauna que ha salido de su bosque. La curiosidad mató al gato, o eso dicen, pero tú eres una cabra así que no te da miedo ese refrán. Has viajado por numerosas ciudades y te has enfrentado a inesperadas aventuras: una carrera llamada diseño de no sé qué, giro dramático en tu vida al dedicarte a los eventos y múltiples piedras con las que te has tropezado. Los cuernos no parecen darte demasiado equilibrio.
Te enfrentas a tu próximo desafío. 39 criaturas te miran. Cada una de una raza y reino distinto, desconoces sus intenciones. Sabes que tenéis una misión común, pero no tienes ni idea de qué os deparará el futuro. Conoces tus stats, ¿no? Tus habilidades y desventajas. Bien. ¿Qué haces?»
Primero me di cuenta de que, a pesar de creer tener muy claras mis stats, no sabía nada. Nada de nada. Menos mal, porque qué aburrida sería la vida si no.
Lo segundo de lo que me di cuenta fue que las 39 criaturas esas no iban a ser enemigos, ni competencia. Iban a ser compañeros de batalla. Algo así como la Comunidad del Anillo, pero a lo bestia.
Podría dejar de hacer analogías con la cultura friki, pero lo cierto es que ellos ya se han acostumbrado y a mi cada vez me da menos vergüenza ser pesada, y más si se trata de eso que me apasiona: el rol en vivo. He contado tantas veces lo que es que parezco un anuncio de la teletienda, y cada vez que lo explico me da un poco de reparo, pero me siento muy feliz por ir mostrándolo a más y más gente. Se trata de un teatro interactivo basado en la improvisación: dejamos de ser nosotros mismos por un tiempo para convertirnos en un personaje y vivir una historia distinta, conseguir nuestros objetivos y, en definitiva, experimentar otra realidad con el resto de jugadores.
No es que yo no quiera ser yo misma. Es que lo que se experimenta con el juego nos descubre esas facetas que podíamos llegar a ignorar de nosotros mismos, y desata esa arma tan bonita a la que llaman imaginación.
«Ángela es un Final Boss complicado. Maestra de la telepatía. Sabes que no la engañas y que, por muy medidos que tengas tus movimientos, ella va un paso por delante. Por suerte, habéis pillado su punto débil: el debate. Se desespera ante la intriga, la insistencia y la pregunta continua. Bueno, se desespera y se derrite y, al final, queridos héroes, habéis logrado ya no abatirla, sino conseguir que se una a vuestra causa. Parece que estáis ganando fuerza.» ¿Ganando o uniendo? Quizás ambas.
Llevo haciendo rol en vivo poco más de año y medio, pero ya en el segundo fui consciente de que me quería dedicar a ello. Dedicarme de verdad, no como uno de esos sueños imposibles del tipo de “ojalá me pagasen por dormir”. Poner los pies sobre la tierra y mostrarle estos eventos al mundo. Ya que el año pasado tenía que hacer un Business Plan como TFM, me propuse que me valiese para algo real, y de ahí nació The Roamers, mi asociación de rol en vivo. Cuento con un equipo maravilloso que comparten mis ganas y locura y que están al pie del cañón, sacrificando su tiempo libre para crear mundos y personajes fantásticos con el propósito de que otros los jueguen.
«Atención, entráis en una mazmorra. Suena música de relajación y os recuerda a aquella aventura, meses atrás, cuando apenas os conocíais y os visteis el alma. Como sabéis, Víctor es un máster poderoso, y hay que temerle. Le conocéis de sobra y, bajo esa actitud afable, se esconde una mente retorcida que deshace nudos y te deshace a ti entero. Tenéis que buscar los Círculos de Salvaguarda e iniciar el ritual en ellos. ¿Decidís conectar? ¿Conectar realmente, a pesar de los riesgos? La verdad, podéis intentar resistiros, pero la conexión de los Círculos es demasiado intensa y acabáis cayendo, por mucha protección y coraza que os pongáis.”
¿Que si he aprendido con Factoría? Un montón. En lo personal, por supuesto: me ha abierto los ojos, me ha reafirmado, me ha regalado una paleta de colores para mezclar y sin tener miedo. Pero en lo profesional… Va más allá. En lo profesional no deja de inspirarme, de mostrarme mapas de caminos insospechados a los que no sabía ni ponerles nombre. Han sido múltiples factores los que me han hecho darme cuenta de cómo quiero darle valor a mi pasión, de con quién y a quién quiero ayudar. Y un gracias se queda muy corto.
«El camino está siendo largo. Duro, en ocasiones. De esas historias épicas en las que te preguntas quién quedará al final, porque es demasiado difícil que lleguen todos. Qué ingenuos esos que piensan que éste es un juego típico y va a ser como han sido otros. Los cuarenta, que no veinte y veinte, avanzáis. A través de bosques oscuros en los que toca un grupo de bardos con gafas de pasta, conociendo a intrépidas aventureras que os enseñan a sacar todas vuestras fuerzas, hasta las desconocidas, e incluso aprendiendo de los Grandes Consejos Reales de las ciudades más honestas del reino. El camino es largo, lleno de sorpresas y peligros, pero por suerte recobráis energías siempre que os encontráis con él: los campamentos improvisados con hogueras que calientan el alma son las especialidades de Pablo, que os sacude las entrañas hasta que sonreís y decidís retomar la misión con más fuerza que nunca.»
Doy la chapa con el rol en vivo y ellos se ríen. Sí, y me vacilan, porque yo soy una de esas personas muy vacilables, pero me apoyan. Curiosean, preguntan, aprenden, participan. Soy friki, lo admito, me enorgullezco y ellos se contagian. Todo se contagia, realmente. Las ganas, lo que más. Llega un momento en el que te das cuenta de que tienes mono de seminario y que estás compartiendo cosas que sólo vas a sentir con ellos.
«Habéis pasado por mucho, héroes. Campañas dignas de ser cantadas por los trovadores de todo el reino, como aquella vez que os disfrazasteis para colaros en un castillo, o la que enfrentasteis a un dragón ruso cantando. ¿Y qué me decís de cuando reconstruisteis un puente de un grito, después de la noche en la que os quitasteis las capas e hicisteis en medio del bosque un nuevo hechizo para ahuyentar a todos los malos espíritus? Qué decir de aquel día en el que descubristeis el poder de un cara o cruz, o el que cambiasteis personalidades para enfrentar a pizzeros intrépidos. Sin olvidarnos, por supuesto, de todas aquellas ocasiones en las que cerrasteis las tabernas y pudisteis volver a casa sanos y salvos.
Sin embargo, ahora os queda el gran reto. Y no, no me refiero sólo a llegar al Santuario de Reyes, en este largo mes de trayecto en el que, seguro, os esperan miles de peligros… Me refiero al después. Al descanso y la calma, a la melancolía de los tiempos de magia y espada, al momento en el que se acabe la acción, os separéis para seguir vuestros destinos y sólo os queden las tardes en casa escribiendo vuestras historias, quizás mandándoos un cuervo de vez en cuando, portador de alguna carta. ¿Qué haréis, héroes?».
Esta fauna no escoge ni descanso ni calma, ni melancolía, ni desasosiego, ni dejar de meterse en líos.
Lo siento, Compañía. Creo que no tenemos tiempo para escribir: hay que vivir la segunda de muchas partes de nuestra historia.
Cristina Montes es una de las finalistas de la V edición de Factoría. Sostiene que todo lo que ha hecho y en lo que se ha involucrado está relacionado y le ha hecho crecer, desde el Grado Profesional de Piano hasta la Ingeniería en Diseño Industrial o el MBA en Organización de Eventos, especializada en Eventos Culturales. Lo importante para ella es que, esté donde esté, pueda estar creando, pues la sensación de que su trabajo cobre vida y sentido es una de las sensaciones más gratificantes que pueda experimentar.