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Opiniones válidas, pero, ¿valiosas?

Si estáis leyendo este post me voy a permitir asumir que sois personas curiosas, que os gusta aprender y que en ratos libres os gusta informaros sobre temas variados. En mi caso, por ejemplo, me encanta informarme sobre temas de política nacional e internacional, sobre ciencia, sobre tecnología y sobre historia. Como ya sabréis hay mil formas diferentes de informarse sobre los temas que nos interesan, desde periódicos hasta informativos de televisión, pasando por charlas, libros, debates y otros tantos formatos interesantes donde aprender y expandir nuestro conocimiento.

En general aprender suele implicar pasar de un nivel inferior de conocimiento a uno superior (por resumirlo de forma simple, ya que obviamente el aprendizaje tiene miles de matices). Normalmente, esta adquisición de conocimiento conlleva una inversión de tiempo y energía considerable, que tras sesiones recurrentes de aprendizaje, acaba recompensándonos con el ansiado conocimiento. Esta inversión de tiempo y energía hace difícil la adquisición de conocimiento en todas las cosas que nos gustaría. Por ello solemos especializarnos en unos pocos temas, o adquirir conocimientos básicos en una gran cantidad de temas.

Socialmente, a la gente que está en niveles muy altos de conocimiento sobre un tema los llamamos expertos. Dichas personas suelen haber desarrollado el conocimiento sobre el que son expertas a lo largo de muchos años, y muchas veces no solo durante su tiempo libre, sino también gracias a su trabajo y a su experiencia vital. Pero, ¿a qué nos referimos cuando decimos que una persona es experta en un tema?.

Hay áreas del conocimiento donde la respuesta es simple. En ciencia por ejemplo, una persona que ha dedicado toda su vida a la investigación sobre cierto tema sería considerada como experta. Pero, en áreas donde hay más de una opción o escuela (por ejemplo economía, filosofía o política), el ‘título’ de experto es a veces erróneamente generalizado, puesto que, parecido a la ciencia, un experto en química orgánica podría saber lo mismo de teoría de la relatividad que lo que un experto en Nietzsche o de Ortega y Gasset, o lo que un experto economista de la Escuela Austriaca de Marxismo. Dichos expertos conocen a fondo ciertos temas, pero no el área del conocimiento al completo.

Y os preguntaréis, dónde entramos nosotros, los curiosos en nuestro tiempo libre, en la ecuación. Pues bien, entendiendo la imposibilidad de que haya personas expertas en muchos ámbitos simultáneamente, y entendiendo que con nuestra curiosidad buscamos formarnos una opinión, contrastarla, y aprender nueva información en torno al tema en cuestión, tendría sentido suponer que buscamos aprendizajes valiosos.

Con aprendizajes valiosos me refiero a aquellos que nos ofrecen diferentes perspectivas desde un conocimiento detallado del tema. Lo cual no quiere decir que haya otros aprendizajes válidos, aunque estos no sean necesariamente valiosos. Dentro de estos aprendizajes válidos, entran opiniones basadas en prejuicios, análisis sesgados y otros conocimientos que no buscan ahondar en el entendimiento, sino simplificar hasta el absurdo propuestas valiosas hasta tergiversar los conceptos (con esto no quiero decir que una divulgación simplificada sea negativa, puesto que el objetivo de esta no es alterar el conocimiento sino hacerlo más accesible).

Toda esta reflexión sirve como introducción a un pensamiento curioso que me asaltó hace no demasiado tiempo. El pensamiento en cuestión se resume en la duda de porqué, cuando queremos saber (por ejemplo) de COVID recurrimos a los científicos, pero cuando queremos aprender sobre otras realidades sociales acudimos a análisis alejados de dichas realidades. Simplificándolo, ¿por qué si quiero aprender sobre la realidad de las personas trans recurro a opiniones sesgadas emitidas por personas que no viven dicha realidad, en vez de acudir a gente experta en el tema?, o, ¿por qué si quiero saber más sobre el racismo en la sociedad me baso en las opiniones válidas, pero no necesariamente valiosas de gente blanca en vez de escuchar a gente que lo sufre día a día?

Con esta pequeña reflexión e invitación a repensar la base sobre la que formamos nuestras opiniones y conocimientos si queremos que estos sean valiosos y no solo válidos, me despido.

¡Un abrazo!